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EXTRA: VESTIDO DE LENTEJUELAS

        Extra Vestido de lentejuelas: del abuso a la gloria

ADVERTENCIA:

   Este extra contiene, situaciones de abuso y del trauma causado por el mismo. Proceda a leer bajo su responsabilidad. 



 

Romper, cavar y llorar, el infierno en la propia vida.

Las manchas de sudor, sangre, las marcas y el cansancio, estaban llegando a los huesos. En esos momentos las lágrimas ya no eran saladas, ni dulces. 

Tenían un olor amargo y sabor de ese tipo. 

La verdad, la consecuencia, no tenía verse, hasta terminar. El cuerpo ya no estaba, ni el alma tampoco.

El catre usado para dañar a diferentes mujeres sonaba por todo ese piso de abajo. 

Las chicas que trabajaban en el burdel, no solamente escuchaban los gritos de dolor y de placer de aquella víctima. Si no que también en sus memorias, se encontraban el sentir de la piel en su corazón y la misericordia de un dios que no tenía cabida en ese lugar. 

 La joven que estaba allí, se encontraba abierta, sujetada de piernas y brazos, para que no dañara esa pose, boca arriba. Gaspar disfrutaba de una manera malévola la frustración que había en esos ojos oscuros, el odio que expresaban y la debilidad que ya tenía el cuerpo. 

Sé sabia que aquella niña, no era tan fuerte físicamente, que con algo de alimento podría resistir, ¿pero a él eso no lo importaba?

Pues no.

 La verdad es que él estaba haciendo esto por el simple hecho de vengarse de esa vieja hipócrita, la abuela Amatista. 

 Rubí, estaba a punto de terminar la semana de entrenamiento y de tortura. Se autodescubrió a ella misma, rota, incapaz y sencillamente no era más que una simple realidad de no ser lo que se esperaba, era tan joven… Pero tan triste. Y ¿a quién, se le puede adjudicar el mal? En algún momento, la adolescente se desconectó de esa realidad, mientras que Gaspar, estaba jugando con su intimidad. 

Lo sentía como sus ojos y su cuerpo marcado quemaba, dolía y además parecía que dudaría una eternidad. 

La vagina, estaba tan abierta y tan hinchada que sabía que no podría sentarse en meses. Aunque muy en el fondo, presentía que su tortura no acabaría, pues ¿quién en su sano juicio la salvaría? Pero en un algún momento de la escena, Rubiela se encontraba muerta, era una muerta en la cama, mientras el corazón se detenía como la vida se le había ido.


***


Rubí despertó gritando, su cara tenía tristeza, aunque no estuviese en medio del miedo ahora. 

Siempre se encontraba con aquellos sucesos convertidos en pesadillas, esos momentos que ya no existían ni ya vivía. Ahora estaba lejos hasta de sus hermanos, y sus primas, que, aunque mucho o poco, conocían su verdad. Se encontraba en una isla muy lejos de sus montañas y de sus raíces. 

El mar arrullaba el sueño, y ahora ya no tenía la carga de sus hermanos. En ese momento, el hombre que estaba enamorado de ella… él fue quien acabó con su verdugo. 

Josmer Santana, era su Salvador, aunque ella la verdad no podría creerlo, después de tantos meses de locura, de una buena locura. 

—¡Rubí! —Josmer, le llamo, para que se tranquilizara.

—No, no quiero —la mujer grito.

Estaba herida, de una forma espiritual: —Rubi, ya paso —El hombre la cargo sentado en la cama. —amor despierta.  

 La mujer despertó con dolor, y entre lágrimas, habló: —Josmer, lo siento.  

—¿Por qué? —, preguntó el hombre sentado encima de la cama. 

—Tú estabas feliz, tranquilo, antes de mí —hablaba ella, entendiendo esa sensación de dolor y angustia que dejaba claro, de dónde venía.

—¿Te arrepientes de estar conmigo?  

—No, podría. —la chica sonrió de una manera triste —. Siento de alguna forma que he causado más problemas que soluciones—, no quería alejarse. 

  — Rubiela, si tu psicóloga, te escuchara hablarte así. ¿Qué te diría?

 —Me tiraría de la oreja. Y diría “tu pasado no define tu futuro”— ella clavó el rostro en el cuello desnudo del médico. Estaba cansada, pero comprendía que necesitaba hablarlo—, tuve un sueño demasiado fuerte. 

 —Y ¿Fue con mi padre? —La mujer, de cabello largo y ondulado, movió la cabeza en afirmación. 

Josmer solamente sonrió, entendía que las culpas, si no se sanan, renacían de una forma fuerte. Y aunque Rubí estuviera en tratamiento, no era sencillo hacerlo todo de una vez. De un proceso de altos y bajos.  —Amor, mi bella joya. Ya nadie te puede tocar si no quieres. Ni siquiera yo. Así que puedes hacer lo que quieras.   

—Lo sé. ¿Entonces puedo hacer lo que quiera?— porque andaban despiertos y estaba próximo el amanecer, y ese día Josmer se encontraba en casa, —. ¿Puedo?—la mujer se movió hasta quedar encima de él. 

Ambos acostumbraban a dormir desnudos—, señorita, eso no se pregunta —. El médico la abrazó besando su cuello, moviendo la melena en su lado derecho. 

El largo cuello de la mayor de las mujeres, Abadía, era hermoso, era de un color hermoso—, lamento no poder estar contigo como quiero. 

 —¡Bésame, por favor!— Los besos de J, no eran duros, no eran sádicos, ni llenos de necesidad. El toque de alguna forma le da la libertad de querer vivir. 

Comprendía perfectamente qué es esa dependencia con Josmer. No era nada buena, pero en este momento en el que calor en las entrañas, le decían que era lo más correcto.

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 Hola, esta entrada fue escrita como una manera de EXTRA, y es posible que se quede aquí y no salga de la web.

Como siempre, todos los derechos reservados a la Autora. 



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