1 de mayo de 2024, día del trabajo y día de
preguntarnos ¿Qué no hemos sanado y que nos falta?, ya que mencione un poco de
la parte más caótica de mi vida, debo de contar con coherencia en este momento,
para tener una idea más “exacta”, de lo que puede pasar cuando no se habla o
cuando la autoridad, se pasa de la raya.
Viví en el país vecino, Venezuela, cuando
tenía 14 años, durante casi 7 meses, a esa edad en la que uno está más propenso
a convertirse en cualquier cosa.
Como ya lo he dicho “escribir mi vida
no ha sido nada fácil, como lo creía”, ya que recordar lo malo no está tan
práctico y no da felicidad. Estuve en Venezuela por decisión propia, en ese
momento el país no estaba tan mal y mucha gente de este país se había ido
contando a la mayoría de mi familia paterna y familia extendida.
Solamente que el hombre al que le debo
mi vida, no cuido de mí, de la pequeña niña que solamente buscaba compasión de
su papá y reconocimiento de él, cosa que ahora mismo hace, aunque el daño está
hecho.
La historia mediática fue de esta manera:
Para el año anterior me habían realizado una
de las cirugías más dolorosas que tuve o quizás ya entendía que no iba a lograr
lo que deseaba que era “caminar sin apoyo”, me hicieron una osteotomía de
cadera, tengo 3 tornillos de titanio en las dos caderas y unas cicatrices nada
bonitas.
Esa cirugía se desprende por así decirlo el
momento más rebelde de mi vida. “Me rebelé”, causando más dolor emocional que
físico, no permití que me rehabilitaran, me sentí demasiado juzgada, y por así
decirlo me aislaron por “no intentarlo más” por las personas que de verdad
amaba, todos trataron de “ayudarme”, pero nadie me pregunto ¿Cómo me sentía?,
¿si me dolía?, o cosas por el estilo.
No quiero sonar como una persona que no
agradece lo que hicieron por mí, sé que mi mamá, mis abues y mis tíos querían
que funcionara, pero como dicen por ahí. “A los gritos no se gana nada y mucho
menos a los golpes”, solo hicieron que me dieran una cosa llamada fobia y que
me sintiera de una forma humillada, porque nunca cumplí con lo “políticamente
correcto”.
Por otro lado, las decisiones y mi actitud
no eran las más adecuadas, tenía catorce años y caos emocional horrible, además
de una soledad que les aseguro para nada sana.
Pero la mirada de mi mamá y los comentarios
de ellos, prácticamente al frente mío, hicieron que me rompiera.
Jamás, hicieron tanto daño como en ese
entonces, la recuperación no se hizo la situación como tal no era la mejor y
las notas del colegio no eran las mejores tanto así que estaba perdiendo hasta
la sonrisa, llegaba a la casa y me acostaba a dormir y encima, como no podía
salir y demás me hacía en los pantalones… era el acto más rebelde.
Esta es la primera vez que lo digo en
público, quería matarme, no me sentía nada cómoda y de verdad sentía que mis
emociones y sentimientos no eran importantes.
Esto era invalidarme, más de lo que se
siente estar en la silla de ruedas.
Aquello dejo una huella increíblemente
imborrable de pertenencia:
Aprendamos como Camila: Según uno de los
Teóricos de la Teoría de las constelaciones, todas las personas cumplimos un
rol en nuestra familia. Es el lugar que nos corresponde según nuestro
nacimiento, debemos de cumplir ciertos “paradigmas”, para satisfacer al clan,
pues de acuerdo a esto dependerá nuestro vahaje emocional y cíclico en el
primer acercamiento de la familia.
En mi caso: Soy la primera nieta, la sobrina
y la primera de hija. Pero nunca dieron ese lugar, además estaban mis dos
primos varones que caminaban, que, si hacían, que tenían vidas propias.
(Bueno, aunque últimamente soy la más
estable de los tres)
Continuando:
¿Para qué vivir si las otras personas
no entendieron mi situación?, si las personas a las que debía de respeto jamás
lo hicieron conmigo. Y para el colmo de la misma, mi papá se había ido para
Venezuela “a encontrar un futuro mejor” o como yo digo: “salirse por la
tangente”
Sinceramente, nunca quise, desaparecer tanto
como en ese momento fue tanto la situación que ya ni siquiera comía ni dormía,
me la pasaba llorando día y noche.
No solamente era la riña constante de mi
familia, sino también el bullying del colegio y la insistencia nada sana para
que contara que era lo que pasaba.
En ese entonces mi madre estaba charlando
con mi profe de estadística de Barranquilla… el hombre me caía bien, pero nunca
entendió como era estar con una mujer joven con hijos, en aquel tiempo, mamá
era una mujer demasiado joven tenía 26 años más o menos y una hija adolescente,
además de un niño de seis años que no se encontraba bien.
No la culpo, no tenía las herramientas, ni
buenos referentes en quien guiarse. Pero si quiero dejar claro una cosa.
Mi decisión de no tener familia se desprende
de eso, el maltrato, “el rol” y la poca disposición, y el manejo de la poca
paciencia de ser mamá joven.
Como último intento para que “recapacitara”, mamá me llevo al psicólogo.
Hay un momento en la historia propia que nos cambia y este hecho se podría decir o categorizar como un hecho canónico, en mi caso el hecho canónico fue ir al psicólogo, recuerdo el psicólogo que me atendió: un adulto muy adulto demasiado adulto con lentes.
No me acuerdo de su nombre, pero puedo decir
que a raíz decidí convertirme en psicóloga, y ahora que lo pienso al colega le
voy a dar las gracias.
Aunque digamos que hay un sentimiento
fuerte, pues mi método de atender y de dar apoyo es absolutamente distinto,
esto se nota evidentemente.
El psicólogo le dijo a mi mamá que yo
debía de irme a Venezuela, con una sola sesión, ahora que lo pienso, el hombre
no era muy empático, no deseaba indagar de más y si no mal recuerdo mamá estaba
allí, esto claramente me empujo a decirle que si quería ir a donde mi papá…
Pero saben lo quería, era que mis
papás volvieran a estar juntos, recuerdan cuando les conté que mis
padres se separaron, cuando apenas tenía 11 años, ese mismo año que aprendimos
sobre la secuela de la meningitis… esos años dieron pie a que mi ideal de
familia, se convirtiera en un castillo de naipes que se derrumbó con la primera
borrasca de abril.
Pero logre entender que eso no pasaría y de
cierta forma, a pesar de todas las marcas e impotencia que he sentido, porque
tengo apego ansioso. Les doy gracias, ya que no quisiera que mi mamá estuviera
en un ataúd y mi papá en la cárcel.
No sé si les conté qué mi mamá fue golpeada
por mi papá durante muchos años y en un punto de la situación yo bloqueé esos
recuerdos, pues un niño pequeño trata de sobrevivir con los pocos recursos que
tiene.
Mamá tenía 13 años, papá 22, y ¿en qué lugar
del mundo se ve esto como aceptable?, en mi realidad actual, si uno de mis
hermanos se mete con una niña lo denuncio, y no me importa que la niña este
acuerdo o que los papás no le vean nada de malo, está mal desde todos los
puntos de vista… en este punto de mi vida no estoy como para aceptar esto, ni
que una adulta, muy adulta se meta con ellos, aunque teniendo en cuenta que mis
hermanos ya son mayores de edad.
Volviendo con la historia.
No sé por qué mi abuelo Argemiro permitió
esto, así verdad, él era un “casque suelto” y punto.
Muchas veces golpeaba y maltrataba a mi mamá
delante de mí, muchas veces se metían en el baño y yo escuchaba gritos y
gemidos, algunas otras, mamá salía con morados en los brazos y papá mordido. Y
llego un momento en el que papá dormía en mi habitación y yo además de mi
hermano dormíamos con ella, algunas también, mamá se colocaba fajas y cosas
`para que él no le hiciera nada, y así pasaron muchos años, en los que pensé
que “todo estaba bien”, pero no, nada estaba bien.
Mi cerebro al llegar a la
preadolescencia bloqueo todo, pues como lo acabo de contar, no estaba muy bien,
mi estado de ánimo al descubrir y “tener que aceptar”, por qué no había de
otra, hicieron que de olvidar muchas de las cosas que pasaba en casa, cuando
ellos vivían juntos.
Nunca lo entendí hasta ya después de viajar
lo empecé a comprender.
La mayoría de veces las personas que hacemos
cualquier arte, tenemos etapas, etapas que definen nuestro desarrollo y la que
les contaré en el resto del relato, se podría llamar “la caída y el 24 de
diciembre.”
Para poder suplir la poca disposición de mi gente para entenderme como tal decidieron consentirme, como lo he dicho siempre, he sido una mujer demasiado mimada, aunque creo que no fue tanto, solamente querían para algunos verse “como los buenos del paseo”, pues de hecho mi papá estaba buscando que yo me fuera con él porque así se dividiría las responsabilidades… y él tenía ese don hacer que las cosas pasen.
La ley que en
ese entonces había, decía que, si los padres compartían la patria potestad de
los hijos, las obligaciones se dividían por partes iguales. Mi hermano era
menor edad, y yo deseaba irme, además viajaría a otro país, aunque en
bus. La idea y como lo veo yo, aunque nunca me lo dijo era así, yo
me fui convencida, de que mi papá me iba a llevar a los mejores médicos y a un
buen colegio, que me iba a cuidar y me iba a proteger de todo.
Pero eso no paso.
Para a la
semana ver lo que realmente había pasado de lo que realmente pudo hacer que mi
química de mi cerebro se transformará otra vez y cayera un poco más en
depresión. Les voy a resumir un poco, antes de ir al grano.
Papá llevaba
varios años con la mamá de mi hermano menor, el bebé que en ese tiempo tenía
más o menos 3 años, era demasiado enfermizo, lloraba mucho. Y una noche de
mediados de ese mes de julio. Le dio el arrebato a mi papá de pegarle al niño,
la mamá de mi hermano se levantó a impedir que mi le diera más duro. Y a quien
resultaron dándole fue a ella.
Obviamente,
los gritos, las lágrimas y demás me golpearon a mí en mi cerebro de esa forma,
volvieron demasiadas situaciones que ya había pasado con mi mamá, no obstante,
la gran diferencia es que la mamá de mi hermano era mayor de edad, y sabe
defensa personal, además que vivíamos con un tío y con mi abuelita, además de
tía que me había llevado estaba a punto de devolverse conmigo.
Pero yo
deseaba quedarme, pues la verdad pensaba que al estar ahí mi papá iba a
cambiar, pero no. La situación en general se puso más tensa, pues mío tío
defendió mi madrastra, él sabía perfectamente, lo que yo ya había pasado con
mis papás cuando vivían juntos y mi abuelita también.
Entonces mi
amado padre decidió dejarme al cuidado de mi abuelita y prácticamente toda la
responsabilidad a mi tío permanecía encerrada, día y noche no estudié, además
de perder sexto.
Solamente me
salvó literalmente un cuaderno que mi papá me había comprado para el inicio de
clases.
Y los meses pasaron y yo, me trasformé en una niña muy callada, me volví más silenciosa y había perdido un poco el amor que le tenía a mi papá de cierta manera me amañaba donde mi tía con mis primos éramos muchachos, en el barrio en donde llegaron ellos era bueno, no era el mejor, pero podíamos salir, pataleábamos y hacíamos muchas cosas, porque, aunque las comodidades no sobraban estábamos bien, pero tampoco era un lugar para mí por lo siguiente.
El 24 de diciembre de ese año, abusaron de mí. Y se preguntan en ¿dónde estaba mi papá?, no me acuerdo, pues yo me había ido a dormir, era la madrugada del 25.
Me encontraba en el cuarto de mis
primos, cuando alguien sé a costo a mi lado y comenzó a tocarme la cintura y
eso me despertó. Yo traté correrme cuando él la sujetó de una manera tan
fuerte, qué bueno fue un tipo de amenaza. Corrió mis pantalones y
"jugo con mis partes", por suerte para mí, enero volvería a casa.
Nadie supo lo que paso en ese momento, hasta que paso lo del cuaderno cuando
volví de mi infierno personal.
Y les pude contar a mis abuelos.
Nunca vi a mi abuelo tan enojado con mi
papá, hasta esa noche.
Nunca, me sentí tan segura como en ese
momento. Y otro cambio en mi química se dio, comencé a odiar a mi papá, pues
entendía que él hizo todo aquello para absolverse de la
responsabilidad.
Pero eso hizo otra marca, una marca que
llevo con mucho orgullo, que es ser feminista, no tanto como ahora, pero sí
empecé a entender cada cosa.
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