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5 – Las desilusiones que gobiernan -Las Manías

Puedes buscarme en una canción de Michael Jackson o de la Totola Momposina, me encontrarás, como la experiencia de un silencio, y amor al rey sin reino, en el comienzo de la vida misma.


En estos días he estado recordando todo lo que ha pasado por mi vida y reconozco que ya no soy católica, estoy cansada de rezarle a muchas estatuas que ni siquiera escuchan lo que les decimos, y obviamente las estatuas no bajaran de donde están colgadas para hacer milagros.

1 de mayo de 2024, día del trabajo y día de preguntarnos ¿Qué no hemos sanado y que nos falta?, ya que mencione un poco de la parte más caótica de mi vida, debo de contar con coherencia en este momento, para tener una idea más “exacta”, de lo que puede pasar cuando no se habla o cuando la autoridad, se pasa de la raya.

Viví en el país vecino, Venezuela, cuando tenía 14 años, durante casi 7 meses, a esa edad en la que uno está más propenso a convertirse en cualquier cosa.

 Como ya lo he dicho “escribir mi vida no ha sido nada fácil, como lo creía”, ya que recordar lo malo no está tan práctico y no da felicidad. Estuve en Venezuela por decisión propia, en ese momento el país no estaba tan mal y mucha gente de este país se había ido contando a la mayoría de mi familia paterna y familia extendida.

 Solamente que el hombre al que le debo mi vida, no cuido de mí, de la pequeña niña que solamente buscaba compasión de su papá y reconocimiento de él, cosa que ahora mismo hace, aunque el daño está hecho.

La historia mediática fue de esta manera:

Para el año anterior me habían realizado una de las cirugías más dolorosas que tuve o quizás ya entendía que no iba a lograr lo que deseaba que era “caminar sin apoyo”, me hicieron una osteotomía de cadera, tengo 3 tornillos de titanio en las dos caderas y unas cicatrices nada bonitas.

Esa cirugía se desprende por así decirlo el momento más rebelde de mi vida. “Me rebelé”, causando más dolor emocional que físico, no permití que me rehabilitaran, me sentí demasiado juzgada, y por así decirlo me aislaron por “no intentarlo más” por las personas que de verdad amaba, todos trataron de “ayudarme”, pero nadie me pregunto ¿Cómo me sentía?, ¿si me dolía?, o cosas por el estilo.

No quiero sonar como una persona que no agradece lo que hicieron por mí, sé que mi mamá, mis abues y mis tíos querían que funcionara, pero como dicen por ahí. “A los gritos no se gana nada y mucho menos a los golpes”, solo hicieron que me dieran una cosa llamada fobia y que me sintiera de una forma humillada, porque nunca cumplí con lo “políticamente correcto”.

Por otro lado, las decisiones y mi actitud no eran las más adecuadas, tenía catorce años y caos emocional horrible, además de una soledad que les aseguro para nada sana.

Pero la mirada de mi mamá y los comentarios de ellos, prácticamente al frente mío, hicieron que me rompiera.  

Jamás, hicieron tanto daño como en ese entonces, la recuperación no se hizo la situación como tal no era la mejor y las notas del colegio no eran las mejores tanto así que estaba perdiendo hasta la sonrisa, llegaba a la casa y me acostaba a dormir y encima, como no podía salir y demás me hacía en los pantalones… era el acto más rebelde.  

 Esta es la primera vez que lo digo en público, quería matarme, no me sentía nada cómoda y de verdad sentía que mis emociones y sentimientos no eran importantes.

Esto era invalidarme, más de lo que se siente estar en la silla de ruedas.  

Aquello dejo una huella increíblemente imborrable de pertenencia:

Aprendamos como Camila: Según uno de los Teóricos de la Teoría de las constelaciones, todas las personas cumplimos un rol en nuestra familia. Es el lugar que nos corresponde según nuestro nacimiento, debemos de cumplir ciertos “paradigmas”, para satisfacer al clan, pues de acuerdo a esto dependerá nuestro vahaje emocional y cíclico en el primer acercamiento de la familia. 

En mi caso: Soy la primera nieta, la sobrina y la primera de hija. Pero nunca dieron ese lugar, además estaban mis dos primos varones que caminaban, que, si hacían, que tenían vidas propias. 

(Bueno, aunque últimamente soy la más estable de los tres)

Continuando:

 ¿Para qué vivir si las otras personas no entendieron mi situación?, si las personas a las que debía de respeto jamás lo hicieron conmigo. Y para el colmo de la misma, mi papá se había ido para Venezuela “a encontrar un futuro mejor” o como yo digo: “salirse por la tangente”  

Sinceramente, nunca quise, desaparecer tanto como en ese momento fue tanto la situación que ya ni siquiera comía ni dormía, me la pasaba llorando día y noche.

No solamente era la riña constante de mi familia, sino también el bullying del colegio y la insistencia nada sana para que contara que era lo que pasaba.

En ese entonces mi madre estaba charlando con mi profe de estadística de Barranquilla… el hombre me caía bien, pero nunca entendió como era estar con una mujer joven con hijos, en aquel tiempo, mamá era una mujer demasiado joven tenía 26 años más o menos y una hija adolescente, además de un niño de seis años que no se encontraba bien.

No la culpo, no tenía las herramientas, ni buenos referentes en quien guiarse. Pero si quiero dejar claro una cosa.

Mi decisión de no tener familia se desprende de eso, el maltrato, “el rol” y la poca disposición, y el manejo de la poca paciencia de ser mamá joven.  

Como último intento para que “recapacitara”, mamá me llevo al psicólogo.   


 Hay un momento en la historia propia que nos cambia y este hecho se podría decir o categorizar como un hecho canónico, en mi caso el hecho canónico fue ir al psicólogo, recuerdo el psicólogo que me atendió: un adulto muy adulto demasiado adulto con lentes.

No me acuerdo de su nombre, pero puedo decir que a raíz decidí convertirme en psicóloga, y ahora que lo pienso al colega le voy a dar las gracias. 

 Aunque digamos que hay un sentimiento fuerte, pues mi método de atender y de dar apoyo es absolutamente distinto, esto se nota evidentemente.

 El psicólogo le dijo a mi mamá que yo debía de irme a Venezuela, con una sola sesión, ahora que lo pienso, el hombre no era muy empático, no deseaba indagar de más y si no mal recuerdo mamá estaba allí, esto claramente me empujo a decirle que si quería ir a donde mi papá…

 Pero saben lo quería, era que mis papás volvieran   a estar juntos, recuerdan cuando les conté que mis padres se separaron, cuando apenas tenía 11 años, ese mismo año que aprendimos sobre la secuela de la meningitis… esos años dieron pie a que mi ideal de familia, se convirtiera en un castillo de naipes que se derrumbó con la primera borrasca de abril.

Pero logre entender que eso no pasaría y de cierta forma, a pesar de todas las marcas e impotencia que he sentido, porque tengo apego ansioso. Les doy gracias, ya que no quisiera que mi mamá estuviera en un ataúd y mi papá en la cárcel.

No sé si les conté qué mi mamá fue golpeada por mi papá durante muchos años y en un punto de la situación yo bloqueé esos recuerdos, pues un niño pequeño trata de sobrevivir con los pocos recursos que tiene.

Mamá tenía 13 años, papá 22, y ¿en qué lugar del mundo se ve esto como aceptable?, en mi realidad actual, si uno de mis hermanos se mete con una niña lo denuncio, y no me importa que la niña este acuerdo o que los papás no le vean nada de malo, está mal desde todos los puntos de vista… en este punto de mi vida no estoy como para aceptar esto, ni que una adulta, muy adulta se meta con ellos, aunque teniendo en cuenta que mis hermanos ya son mayores de edad.

Volviendo con la historia.

No sé por qué mi abuelo Argemiro permitió esto, así verdad, él era un “casque suelto” y punto.

Muchas veces golpeaba y maltrataba a mi mamá delante de mí, muchas veces se metían en el baño y yo escuchaba gritos y gemidos, algunas otras, mamá salía con morados en los brazos y papá mordido. Y llego un momento en el que papá dormía en mi habitación y yo además de mi hermano dormíamos con ella, algunas también, mamá se colocaba fajas y cosas `para que él no le hiciera nada, y así pasaron muchos años, en los que pensé que “todo estaba bien”, pero no, nada estaba bien.   

 Mi cerebro al llegar a la preadolescencia bloqueo todo, pues como lo acabo de contar, no estaba muy bien, mi estado de ánimo al descubrir y “tener que aceptar”, por qué no había de otra, hicieron que de olvidar muchas de las cosas que pasaba en casa, cuando ellos vivían juntos.

Nunca lo entendí hasta ya después de viajar lo empecé a comprender.  

La mayoría de veces las personas que hacemos cualquier arte, tenemos etapas, etapas que definen nuestro desarrollo y la que les contaré en el resto del relato, se podría llamar “la caída y el 24 de diciembre.”

Para poder suplir la poca disposición de mi gente para entenderme como tal decidieron consentirme, como lo he dicho siempre, he sido una mujer demasiado mimada, aunque creo que no fue tanto, solamente querían para algunos verse “como los buenos del paseo”, pues de hecho mi papá estaba buscando que yo me fuera con él porque así se dividiría las responsabilidades… y él tenía ese don hacer que las cosas pasen.


La ley que en ese entonces había, decía que, si los padres compartían la patria potestad de los hijos, las obligaciones se dividían por partes iguales. Mi hermano era menor edad, y yo deseaba irme, además viajaría a otro país, aunque en bus.  La idea y como lo veo yo, aunque nunca me lo dijo era así, yo me fui convencida, de que mi papá me iba a llevar a los mejores médicos y a un buen colegio, que me iba a cuidar y me iba a proteger de todo.

Pero eso no paso.

Para a la semana ver lo que realmente había pasado de lo que realmente pudo hacer que mi química de mi cerebro se transformará otra vez y cayera un poco más en depresión. Les voy a resumir un poco, antes de ir al grano.

Papá llevaba varios años con la mamá de mi hermano menor, el bebé que en ese tiempo tenía más o menos 3 años, era demasiado enfermizo, lloraba mucho. Y una noche de mediados de ese mes de julio. Le dio el arrebato a mi papá de pegarle al niño, la mamá de mi hermano se levantó a impedir que mi le diera más duro. Y a quien resultaron dándole fue a ella.

Obviamente, los gritos, las lágrimas y demás me golpearon a mí en mi cerebro de esa forma, volvieron demasiadas situaciones que ya había pasado con mi mamá, no obstante, la gran diferencia es que la mamá de mi hermano era mayor de edad, y sabe defensa personal, además que vivíamos con un tío y con mi abuelita, además de tía que me había llevado estaba a punto de devolverse conmigo.

Pero yo deseaba quedarme, pues la verdad pensaba que al estar ahí mi papá iba a cambiar, pero no. La situación en general se puso más tensa, pues mío tío defendió mi madrastra, él sabía perfectamente, lo que yo ya había pasado con mis papás cuando vivían juntos y mi abuelita también.

Entonces mi amado padre decidió dejarme al cuidado de mi abuelita y prácticamente toda la responsabilidad a mi tío permanecía encerrada, día y noche no estudié, además de perder sexto. 

Solamente me salvó literalmente un cuaderno que mi papá me había comprado para el inicio de clases.

Y los meses pasaron y yo, me trasformé en una niña muy callada, me volví más silenciosa y había perdido un poco el amor que le tenía a mi papá de cierta manera me amañaba donde mi tía con mis primos éramos muchachos, en el barrio en donde llegaron ellos era bueno, no era el mejor, pero podíamos salir, pataleábamos y hacíamos muchas cosas, porque, aunque las comodidades no sobraban estábamos bien, pero tampoco era un lugar para mí por lo siguiente.


El 24 de diciembre de ese año, abusaron de mí. Y se preguntan en ¿dónde estaba mi papá?, no me acuerdo, pues yo me había ido a dormir, era la madrugada del 25. 

Me encontraba en el cuarto de mis primos, cuando alguien sé a costo a mi lado y comenzó a tocarme la cintura y eso me despertó. Yo traté correrme cuando él la sujetó de una manera tan fuerte, qué bueno fue un tipo de amenaza.  Corrió mis pantalones y "jugo con mis partes", por suerte para mí, enero volvería a casa. Nadie supo lo que paso en ese momento, hasta que paso lo del cuaderno cuando volví de mi infierno personal.

Y les pude contar a mis abuelos.

Nunca vi a mi abuelo tan enojado con mi papá, hasta esa noche.

Nunca, me sentí tan segura como en ese momento. Y otro cambio en mi química se dio, comencé a odiar a mi papá, pues entendía que él hizo todo aquello para absolverse de la responsabilidad.  

Pero eso hizo otra marca, una marca que llevo con mucho orgullo, que es ser feminista, no tanto como ahora, pero sí empecé a entender cada cosa.

 

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